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No por nada en marzo del año 2012 Bogotá fue declarada Ciudad creativa de la música por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Bogotá es una ciudad colmada de sonidos que interpretan emociones del ayer, del hoy y de siempre. Una banda sonora emotiva, diversa, vibrante que para cada calle, localidad o barrio tiene un acorde, una nota, una armonía especial. 

Y es que la acústica de la ciudad está mediada por supuesto por el ritmo de sus habitantes y por las zonas que la habitan. Si bien es cierto actualmente géneros como el urbano, el popular y el vallenato mandan la parada, la historia musical que está grabada en acetatos, casetes y cuanto aparato se haya inventado para ser la memoria de los recuerdos, dan cuenta de una historia sonora que empezó incluso con el mestizaje de las melodías indígenas y los cantos guerreros de los españoles en períodos de la conquista.  

Algunos años después, en la primera mitad del siglo 15 en el inicio de la colonia la cultura musical estaba bajo el dominio de las iglesias. Jesuitas y franciscanos eran los DJ del momento, el canto llano y el canto de capilla eran los éxitos de la música instrumental sacra que incluso hoy se pueden oír en los templos de San Agustín (Cra. 7 # 6C-25) y Santa Clara (Cra. 8 # 8-91). 

Ya pasado el tiempo, en los años de la colonia en la vieja Bogotá del siglo 19 se hablaba en prosa, los pasillos y bambucos daban origen a las primeras danzas fruto de la pluralidad de raíces étnicas y culturales. A comienzos del siglo 20 la capital de Colombia con apenas 84 mil habitantes en el llamado periodo republicano recibió una especial influencia musical extranjera. En contraste, mientras en las chicherías, bares y restaurantes de la zona del centro, en La Candelaria y alrededores se escuchaba el canto de romances y coplas con el acompañamiento de instrumentos musicales como la vihuela y la guitarra, en los café y lugares de encuentro de la alta sociedad de cachacos – otro nombre para los bogotanos, sonaban exquisitas armonías oriundas de Inglaterra, Francia y Alemania, dando pié a elegantes bailes de valse contradanza y minué.

Para este entonces la fría Bogotá se calentaba con canciones como el inolvidable pasillo del tolimense Fulgencio García, que según cuentan en honor a un establecimiento francés (unos dicen que era una dulcería, otros una chichería), fue llamada La Gaité Gauloise y que los bogotanos de la época adaptaron al español como la Gata Golosa. Por esos días la sonoridad de la ciudad y los géneros pasillo y bambuco se escuchaba con más fuerza en barrios populares como Las cruces, Egipto San Diego, Las aguas y Belén.

Para la década de los años 20 con la llegada de los sellos musicales de la RCA Víctor se popularizaron en Bogotá discos de música tango argentino, canciones mexicanas y españolas y el naciente y poderoso bolero cubano. Para entonces los mejores repertorios de Ópera y Zarzuela se escuchaban en los gigantescos teatro Municipal y teatro Colón, que también en el centro de la capital le daban un toque de elegancia y cultura con las sonoridades propias de la música clásica de Mozart, Beethoven y Brahms. 

Los 30 y 40 discurrieron con uno de los avances tecnológicos que cambió la historia de la música en la ciudad. La llegada y masificación de la radio y por ende de las emisoras musicales le empezaron a dar a la cada vez más grande capital una fonoteca de estilos y géneros que en poco se popularizaron. Entonces mientras en el centro y sur gravitaban sonidos latinoamericanos, hacia el norte, en Teusaquillo ya se empezaban a escuchar canciones del repertorio musical norteamericano con ritmos como el fox-trots o el two-steps.

Justo en este periodo los espacios que se abren para la música empiezan a identificar los estratos sociales, llegan el Gun Club, el Jockey Club y el Polo Club donde las veladas musicales giran en torno a los artistas y bandas estadounidenses. Ya en los barrios del sur de la ciudad, con la inmigración campesina se escuchan tonadas de música guasca – la ahora popular, la carrilera, y porros y cumbias del caribe colombiano.

En el paso de las décadas de los 50 y 60 el territorio bogotano sucumbió ante la invasión de la música rock, y las primeras ondas de la Salsa. Mientras en las calles de Teusaquillo, Chapinero y Usaquén se disputaban los acordes de las canciones de los Beatles y de los Rolling Stones, el contagioso ambiente caribeño se instauró como un elemento de la identidad bogotana en las localidades de Santa Fe, Mártires, La Candelaria, Kennedy y Suba.

“Si no te has bogotanizado, tienes que bogotanizarte, tienes que sentir por dentro las costumbres de Bogotá…
Tienes que tomar la chicha, tienes que tomar la changua, 
Tienes que comer cuchuco, jalarle a la papa chorriada, 
tienes que comer y demostrar que no eres un hijo e’michica”
Noel Petro – Bogotanizado (1997)

De ahí en adelante y particularmente en los años 70 y 80 la ciudad su música tomaron nomenclatura en algunos sectores. Si para el centro en las zonas universitarias los ambientes de rumba eran salseros y bohemios, e incluso la Calle 19 era el sitio para comprar los acetatos de moda, la Primera de Mayo y las Américas se convirtieron en la sede de los rumores de vallenato y merengue. Pero si su cabeza de rock quería llenar, el paso obligado era por la carrera 15 entre las calles 72 y 116, asiento de las mejores discotecas de la ciudad. 

“Otra vez debajo del sol de Bogotá, clima caliente como el aguardiente,
(…) Monserrat vigila la historia silenciosa
de que vaina vienes mamacita hermosa
por el mundo ruedan los mismos problemas
el que la tiene se siente y el que no también.”
León Gieco - Bajo El Sol De Bogotá (1980)

Para finales de los 80 y comienzos de los 90 unas zonas ya gozaban de reputación y prestigio. Mientras la Salsa, el merengue y la bachata se apoderaban del circuito de “rumbiaderos” en Galerías, El Restrepo y Kennedy; por la Calle 82 eran comunes los bares y “minitecas” – como se llamaban los sitios de jóvenes menores de 25 años, donde apostaban en duelos interminables los bailarines de techno y dance. De igual forma el rap, como una sonoridad disruptiva aparecía en los límites y suburbios de la ciudad, en Ciudad Bolívar, Tunjuelito, Bosa y Engativá como expresión de rebeldía de una población con ganas de hacerse escuchar. 

Finalmente para el siglo 21 en los nacientes años 2000 la ciudad que cuenta con más de diez millones de personas, no todos rolos -forma como se le dice al bogotano, descubre y reconfigura sus espacios. Aquellos parques antes usados para esparcimiento y deporte ahora son escenarios de musicalidad, de lúdica, de festivales, de armoniosa unión en un legado para sus visitantes con espectáculos de alto nivel y estándares de producción internacional.

Tal es la importancia de estos lugares, que solo en 2023 más de 5 millones de asistentes se reunieron y estremecieron la ciudad con la diversidad de géneros y apuestas estéticas, dando cuenta de la diversidad y capacidad de inclusión de una metrópoli como Bogotá. 

“Hay un gringo hablando duro por celular, hay una rubia tomando Martini sentada en un bar, unos banqueros con cara de actor.... 
sientes que estás en Nueva York pero no... 
sigue siendo mi ciudad, pero no..., sigue siendo Bogotá”
Hora Local - Sigue siendo Bogotá (2015)

Si usted turistea por la ciudad, cierre sus ojos y déjese llevar por la banda sonora de la gran Bogotá. Seguramente sus ritmos contagiosos lo llevarán entre parque y parque, por la historia de la ciudad cantada y contada a través del Rock, Jazz, la Salsa, el Hip Hop, el Joropo y la Ópera.
 

 

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